•    Sobre la utilidad de los manuales de derecho indiano   

    En estos días estuve leyendo de nuevo El carnero de Rodríguez Freile, conocido por sus jugosas crónicas rojas de los primeros cien años de existencia de las ciudades de Bogotá y Tunja. A la usanza de la época, el autor culpa a “la mujer” y a “la hermosura” de ser la causa de cuanto crimen y desorden haya sucedido. Así, es fácil leer el librito buscando el deleite del escándalo. Pero, como he notado, es útil consultar el Manual de historia del derecho indiano de Antonio Dougnac Rodríguez para refrescar la memoria sobre el significado de los títulos coloniales. Conociendo mejor quién es quién en El carnero, el escándalo es paulatinamente reemplazado por una comprensión más profunda del texto. Veamos.

    Hermosa crueldad

    El capítulo 10 del El carnero inicia así:

    “Gobernó el doctor Andrés Días Venero de Leiva este Reino tiempo de diez años, con grande cristiandad. […] En este tiempo sucedió en la ciudad de Tunja la muerte de Jorge Voto, que le mató don Pedro Bravo de Rivera, encomendero de Chivatá; y a este negocio fue el presidente en persona a aquella ciudad.”

    Es la conocida historia de doña Inés de Hinojosa, “mujer hermosa por extremo y rica”, y sus dos maridos de vida corta y muerte violenta. Para Rodríguez Freile el caso es claro: los crímenes nacen de la naturaleza de Inés de Hinojosa. Es hermosa y es mujer:

    “La hermosura es flor que mientras más la manosean, o ella se deja manosear, más presto se marchita. […] y Dios nos libre, señores, cuando una mujer se determina y pierde la verguenza y el temor a Dios, porque no habrá maldad que no cometa, ni crueldad que no ejecute; porque, a trueque de gozar sus gustos, perderá el cielo y gustará de penar en el infierno para siempre.”

    Dicho esto, el lector se puede reclinar en su poltrona y esperar tranquilo ser entretenido con los detalles de tan hermosa crueldad.

    Pero también podrá hacerse algunas preguntas, tontas, ingenuas, algo aburridas pero quizá por ello interesantes. Comencemos con una de ellas.

    El negocio del gobernador

    ¿Porqué el caso es un “negocio del gobernador” que lo obligó a viajar “en persona” de Bogotá a Tunja?

    Hoy en día, cuando la autopista del norte sigue siendo no muy autopista y una gran parte del trayecto consiste de una carretera de serpentinas, el viaje de Bogotá a Tunja todavía “merece respeto”, como dirían los muchachos. ¿Cómo habrá sido en 1570? ¿Cuántos días habrá tomado el viaje? ¿Habrá sido placentero? ¿Era de las cosas que uno podía hacer a menudo?

    Cuando las condiciones son favorables se puede cubrir a caballo una distancia de 60 km por día. Con las condiciones del terreno el viaje de algo más de 120 km debió durar tres días; de hecho, “llegó el presidente dentro de tercero día de como recibió el informe”. ¿Qué tenía este asesinato para que la máxima autoridad del Nuevo Reino de Granada se sometiera a tanto pereque?

    Primera pista: Rodríquez Freile se refiere al gobernador viajero como “presidente”. Días Venero de Leiva fue el primer presidente de la recién fundada Real Audiencia. Y es acá que la utilidad del Manual de historia del derecho indiano empieza a demostrar su utilidad.

    “Las Audiencias con fundamentalmente tribunales de segunda instancia. Les compete, pues, conocer de las apelaciones respecto de las sentencias dictadas en primera instancia por los alcaldes ordinarios, gobernadores, corregidores… etcétera.” [153]

    Tunja tenía corregidor y alcalde, pero el corregidor se dirigió directamente a la Real Audiencia. No hubo sentencia en primera instancia. ¿Cuál era entonces el “negocio” del presidente en este asunto?

    “[La Real Audiencia] conoce en primera instancia de los llamados casos de corte… También eran casos de corte aquellos en que había involucradas personas constituidas en dignidad, lo cual no perseguía proteger al personaje importante sino, al revés, a quien debía contender con él.” [154]

    Doña Inés de Hinojosa era hermosa y rica, pero no una dignidad. ¿Lo era don Pedro Bravo de Rivera, encomendero de Chivatá?

    “[Una encomienda es] un derecho concedido por merced real a los beneméritos de las Indias para percibir y cobrar para sí los tributos de los indios que se les encomendaren por su vida y la de un heredero conforme a la ley de la sucesión… Esta merced sólo puede ser otorgada por el rey o aquellos en quienes éste hubiese delegado tal facultad… La calidad de benemérito, por sí o por sus antepasados, que debía tener el que aspirara a una encomienda hizo que ésta correspondiera sólo a una elite de la sociedad.” [344, 345]

    Con razones entonces se movilizaba el presidente. El acusado era posiblemente uno de los hombres más ricos y poderosos de Tunja y de la región. Eso quizá explique varias cosas: porqué su medio-hermano mestizo, Hernán Bravo, no logró imponerse para salvar la vida de Jorge Voto; la arrogancia con la cual el encomendero cometió el asesinato; la poca precaución que tuvo en esconder el cadáver.

    Así, el conocimiento de las circunstancias de los personajes le da dimensión y profundidad a la historia.

    Un caso de peso

    Don Pedro Bravo de Rivera, “benemérito de las Indias”, encomendero de Chivatá, fue puesto preso en la iglesia. El corregidor ordenó que toda la población lo acompañase para mantener en cautiverio al asesino. Todos los vecinos fueron ordenados a traer “sus camas a la iglesia so pena de traidores al rey y de mil pesos para la real cámara”.

    Eran precauciones obvias. Por un lado, el corregidor debía mantener control sobre la población que fácilmente podía solidarizarse con el acusado. Por el otro lado, la guarda iba a ser prolongada y dormir en la iglesia por lo tanto una necesidad; la Real Audiencia en Bogotá debía ser avisada y el gobernador presidente debía viajar. Este proceso podía bien durar más de una semana. Finalmente, una multa de mil pesos era muy considerable; el valor de un año de tributo de un indio en una encomienda estaba fijado en 8 pesos.

    El corregidor claramente estaba decidido a hacer justicia y de nada valieron las promesas de “fianzas costosas” por parte del “escribano Vaca y sus amigos”.

    El presidente, una vez sustanciado el caso, sentenció a muerte a los tres. De acuerdo con su elevado estatus social, don Pedro fue degollado; doña Inés y el mestizo Hernán fueron ahorcados. Los bienes de don Pedro, incluyendo la encomienda, fueron devueltos a la Corona.

    Así, la famosa historia de la bella y cruel Inés de Hinojosa deja de ser una escandalosa crónica de pasiones desenfrenadas y se convierte en un relato sobre el poder de las instituciones legítimas y su capacidad de enfrentar a las elites corruptas. Esta es una moraleja que la historia ofrece al conocedor de los títulos y las instituciones coloniales. El lector de la época seguro las conocía; el lector contemporáneo se acuerda, una vez más, de la utilidad de los manuales de historia del derecho indiano.

    Bibliografía:

    Dougnac Rodríguez, Antonio. Manual de historia del derecho indiano. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1994.

    Rodríguez Freile, Juan. El Carnero, según el otro manuscrito de Yerbabuena. Ed. Mario Germán Romero. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1997.

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